Camino del Estrecho

Hoy comienza mi viaje en moto a Marruecos. La idea es simple: coger un ferry desde Algeciras que me llevará directo a Tánger. Desde allí viajaría al Sahara pasando por ciudades como Chefchaouen y Fes. Una vez en las arenas de Merzouga, cruzaría la coordillera del Atlas por las gargantas del Dades y del Todra, para pasar por la ruta de las Kasbash, hasta Marrakech. Una vez allí empezaría mi viaje de vuelta por Casablanca, y Rabat, de nuevo hasta Madrid.

En mi primer día, planeo salir de Madrid y llegar a Algeciras. Salgo a las 10:30 de la mañana, y empiezo a rodar por la carretera dirección Córdoba. Viajando, me doy cuenta de dos cosas

  • Que todo está unido. Si, si. Puede parecer simplista pero la idea de llegar poco a poco, paso a paso a un lugar es muy real en moto. En coche nunca tuve esta sensación. Este pensamiento te lleva inevitablemente a la idea de cuán idiotas son esas líneas que los humanos pintamos en los mapas, y de la importancia que *sólo* para nosotros tienen.
  • Que viajar en moto por carretera es un verdadero coñazo. Y es verdad. En realidad esto ya lo sabía…o lo intuía al menos. Y es que si soy honesto conmigo mismo la forma de viajar en moto que yo siempre he soñado era sobre una moto de enduro. Dicho de otra forma; yo no soñaba con viajes en moto a lo Miquel Silvestre o a lo Charly Sinewan, lo mío eran los viajes a lo Adam Riemann. Pero lo cierto es que en el mundo real, para un viaje así haría falta mas pasta, mucho mas tiempo, y muchísimos más cojones.
 

Prosigo mi viaje, y paro en Granada. Uno no deja de asombrarse cada vez que se acerca a Sierra Nevada, gobernando la gran meseta, impasible, blanca. Uno entonces entiende por qué allí se estableció la capital del reino nazarí, por qué allí se construyó la famosísima fortaleza roja, y uno entiende que este fuera el último lugar del que los musulmanes quisieran desprenderse cuando abandonaron la península allá por 1492.

Continúo camino a Algeciras, me empiezo a encontrar cansado. Agotado más bien…No, no es eso. Es monotonía. La monotonía me está matando, pero pronto diviso el mar, y eso me levanta el ánimo. La verdad es que estas poblaciones costeras (Mijas, Fuengirola, Marbella…) son algo que nunca me han gustado. Son algo masificado y cutre. No he llegado nunca a entender cómo alguien que vive en una ciudad decide ir “a desconectar” a uno de estos lugares. No obstante, la visión del mar, y la brisa merecen la pena.

Paro a recolocar la cámara del casco cerca de una chica muy guapa, sentada en una rueda bajo una señal de tráfico. La saludo, y ella me sonríe. Me pregunta que dónde voy y que si necesito algo. Le cuento sobre mi viaje a Marruecos, y ella me da coba. Cuando acabo de colocar la cámara, me despido y me voy. Continúo por la carretera y veo más chicas…si…no me había dado cuenta. Era una prostituta.

En fin…ya no queda nada para llegar a Algeciras. Cuando llego, busco un lugar donde dormir cerca del puerto y encuentro el Hostal La Plata. Es simple, pero tiene lo que necesito. Su dueño, muy simpático, hablamos un poco de todo y me subo a la habitación. Hoy duermo por 30 euros, 20 por mi, y 10 por la moto que dormirá en un parking enfrente del hostal.

Tengo ganas de ver qué ocurre mañana, estoy muy feliz. Lo desconocido me causa cierto nerviosismo, pero no puedo negar que estoy disfrutando como un enano.

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