Nos levantaos muy temprano en lo alto de la Transfăgărășan con una viento abrumador. Rapidamente miro por la ventana a ver si alguna de las tiendas de campaña ha echado a volar.
Desayunamos un buffert en el Balea Lac y allí están los mismos camareros de la noche anterior. En los 3 meses que esta carretera permanece abierta esta gente debe trabajar jornadas interminables.
La cara norte de la Transfăgărășan me ha tocado conducirla a mi. Cuando partimos hay muchísima niebla pero al empezar a rodar uno empieza a sentir por qué se la conoce como la mejor carretera del mundo, y no es precisamente por el estado de su asfalto. El pobre Opel Astra se agarra a las curvas estupendamente, aunque esto es porque vamos relativamente despacio. Veo docenas de moteros cargados con sus maletas en caza del famoso mito.
Nos dirigimos hacia Sibiu, ciudad rumana patrimonio de la Unesco. Es una ciudad bonita con una gran plaza llamada Piata Mare que deja ver que este lugar fue un próspero centro comercial en algún tiempo. Los edificios son de colores y Woj nos recuerda una y otra vez que todo esto es típico de la arquitectura propia de la antigua Austria-Hungría. A mi me parece un conjunto muy acogedor. Tomamos unos cafés, un frappé y una tarta (lo que también es típico del Imperio Austrohúngaro) y partimos hacia Hunedoara. Esta ciudad tiene un castillo de lioso nombre…unas señales lo llaman castillo de Hunyad, otras castillo de Corvin y otras simplemente castillo de Hunedoara. Lo mismo da, el caso es que el lugar parece sacado de un cuento: un castillo con su foso, su puente de madea, sus torreones picudos…en los jardines vemos gente disfrazada del medievo e incluso un arquero tirando con mucha chulería.
Comemos en la ciudad en un lugar llamado El Rusti y salimos hacia una ciudad llamada Alba Iulia. Personalmente esta ha sido la ciudad que más me ha gustado de todas en las que hemos estado en Rumanía hasta ahora (más tarde descubriría Brasov). Aquí los romanos abrieron unas minas, fundando la ciudad de Apulum que era ni más ni menos la capital de Dacia. Pero lo bonito no son estas ruinas sino la ciudadela en forma de estrella que se usó para luchar contra los otomanos. Dentro de los muros construidos entre fosos y con esa característica forma de estrella uno encuentra grandes avenidas que han sido renovadas pareciendo que la ciudad ha sido recién construida pero sin perder su carácter medieval. Y es que esta ciudad ha jugado un papel importante en la historia moderna de Rumanía pues aquí se proclamó la unión entre Transilvania y Rumanía el 1 de diciembre de 1918.
Empieza a hacerse tarde por lo que marchamos hacia Turda, donde nos esperan unas salinas que son hoy uno de los lugares más freaks no sólo de Rumanía sino también del mundo. Dormimos en un 5 estrellas, justo enfrente de las salinas, por 25 euros cada uno: el Sarea-n Bucate.
Hoy nos espera una cena consistente…