Un viaje diferente

Ayer comenzamos un viaje diferente. No será en moto ni en solitario. Será en coche y esta vez Massimo y Wojciech me acompañan. Volaremos a Bucarest, capital de Rumanía y desde allí visitaremos los lugares más característicos de Valaquia y Transilvania, cruzando los cárpatos pasando por pueblos rodeados de leyendas. A estas leyendas se les suman las sangrientas historias de la condesa Bathory o del imaginario Conde Drácula de Bram Stocker.

Aterrizamos en Bucarest un viernes por la noche después de un vuelo infernal con Ryanair que despegó con una hora de retraso. Nada más llegar recogemos el Opel Astra que habíamos alquilado en la compañía Sixt pero cuando llegamos vemos que no tenía GPS. No hay problema. El cochero decide prestarnos el suyo personal por un módico precio.

Bucarest sorprende y sorprende para bien. La capital de Rumanía es educada y organizada. La arquitectura es sobria dando pie a amplias avenidas propias de su pasado comunista. Circulando entre ellas uno llega al parlamento…este edificio tiene bien merecido ser el edificio público (civil) más grande del mundo.

Según Machbel, para construirlo hizo falta tirar abajo 7000 viviendas, 12 iglesias, 3 monasterios y 2 sinagogas. Hicieron falta 20.000 personas 24 horas al día durante 5 años liderados por 700 arquitectos. Tiene 12 platos y 8 pisos subterráneos y se dice qe si uno dedicara un minuto a visitar cada estancia se necesitarían 3 días y medio para verlas todas.

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La locura de construir esta mole corresponde a Nicolae Ceaușescu, el dictador que gobernó Rumanía durante 24 años hasta que fue ejecutado en 1989 tras una revolución popular.

Volvimos a visitarlo por la mañana temprano y dimos un paseo por algunas de las calles de Bucarest. No obstante decidimos marchar temprano pues queremos dormir en lo alto de la Transfăgărășan, la otra gran locura de Ceaușescu.

A medida que nos alejamos del centro de Bucarest los edificios se vuelven más monótonos, la típica monotonía comunista. Cogemos una autopista que nada tiene que envidiar a las españolas hasta que nos desviamos a Curtea de Argeș, donde haremos la primera parada. Aquí ya vemos un ambiente más rural, con todas las viviendas concentradas a los lados de una carretera circulada por carros tirados por caballos que transportan productos del campo.

Comemos en un lugar llamado Domnec unos platos típicos de Rumanía. ¡Mi Tochitură en Mămăliguţă estaba riquísimo! Es una carne asada con especias acompañada de una masa de maíz llamada polenta, y un huevo.

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Bien comidos nos vamos al monasterio de esta misma población. Es bonito pero su historia es aún más sorprendente. Se dice que un tal Negoe Basarato en 1514 quería construir un edificio de belleza sin igual y encargó al maestre Mesterul Manole su construcción con la siguiente condición:

«Si lo conseguís os cubriré de riquezas, si no, quedaréis emparedados en el edificio.»

Manole aceptó el trato pero ocurrió que cada día que construía todo se derribaba por la noche. Pidió a Dios que le diera una solución y este se le apareció en sueños y le dijo que para que eso no ocurriera debía emparedar a la primera persona que viera pasar por allí a la mañana siguiente. Por desgracia para Manole esta persona fue su mujer, a la que entre sollozos emparedó en las paredes del templo. La moraleja de la historia parece ser que es que nada se consigue sin sacrificio. A mi la simple idea se me hace un poco bestia.

Seguimos dirección norte hacia la Transfăgărășan y por el camino empiezan a aparecer, gigantescos, los Cárpatos. Por el camino pasamos por el castillo Poenari, el verdadero castillo del famoso Vlad Tepes de Valaquia, personaje que inspiró a Dracula. Mas tarde uno pasa por la presa de Vidraru donde encontramos un Prometeo de plata que se alza como un símbolo comunista (Prometeo fue el humano que en la mitología griega robó el fuego a los dioses para darlo a la humanidad).

Desde entonces la carretera comienza a subir y se llena de curvas. A unos 40km uno empieza a encontrar la razón por la que Top Gear nombró a esta carretera «la más bonita del mundo.» Las curvas se suceden una tras otra como si un loco hubiera diseñado el recorrido. La carretera es una verdadera locura y a la vez una verdadera pasión para aquellos que disfrutan conduciendo. La Transfăgărășan es en sí mismo un reclamo turístico digno de ser visitado…y esto se nota nada más llegar llegar a lo alto de la carretera. A 2.034m de altura uno encuentra un lago, un hotel a sus orillas (Balea Lac) y un montón de turistas (rumanos en su mayoría). También hay puestos improvisados de artesanía y souvenirs y embutidos. Esta gente además cuece mazorcas enteras de maíz y se las comen como quien lleva un cono de castañas asadas. Las vistas son increíbles, el lugar inmejorable, y hace un frío de pelotas.

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Tenemos una reserva en el Balea Lac, que  en sí no es más que una cabaña de madera en lo alto de las montañas. Damos un paseo y tomamos unas cervezas en el bar del hotel (en el que por cierto hay una camarera guapísima que a mi se me parece mucho a Jennifer Lawrence).

Hace un frio de cojones pero aún así hay tiendas de campaña por todos lados. Desde mi habitación de madera estoy literalmente alucinado de la fuerza con la que sopla el viento. Me pregunto si alguna de esas tiendas no habrá salido volando durante la noche.

Una respuesta a “Un viaje diferente

  1. tu relato del viaje es estupendo y con detalles importantes , hablando de cosas importante la iglesia Curtea De Arges construida por Manole es de tal importancia que aparece en el billete de 1 leu.

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