Atenas es un verdadero caos. El aterrizaje que tuvimos fue un poco movidito. Más tarde el taxista que nos llevó al centro de Atenas nos mostró sus habilidades para hablar por el móvil y conducir como un cafre a la vez. La primera sensación que me llevo de Grecia tras venir de Bucarest es que estos tíos están un paso por detrás de los rumanos. A las aceras les faltan trozos, hay muchísimos edificios abandonados, motoristas sin casco y un desorden comparable al de cualquier país por desarrollar.Grecia es oriente y no olvidemos que su historia más reciente poco tiene que ver con el viejo continente.
Entre todo ese caos aparece la Acrópolis, imponente sobre una roca y visible desde prácticamente cualquier punto de la ciudad. Impresiona lo que esos griegos hicieron hace más de 2.000 años, la cuna de Europa… pero… un momento. ¿Qué han hecho estos tíos desde entonces? Además de ser invadidos por los pueblos del norte, los turcos y los nazis poco más…
Pasamos por la plaza Sintagma frente al parlamente y uno no puede evitar acordarse de las manifestaciones por los tres rescates financieros que ya lleva este país. Y es que estos griegos tienen una deuda de 3.2 veces su PIB anual (imaginaros deber 3.2 veces todo tu sueldo neto anual sin recibir nada a cambio, eso es Grecia).
Nos cambiamos rápido en nuestro hotel The Stanley y vamos a visitar la Acrópolis antes de que cierre. El lugar impresiona por lo inmenso (las fotos no le hacen justicia), por su historia (cuánta gente habrán visto pasar por aquí estas piedras) y por sus vistas de la ciudad. Todo Atenas se muestra blanca e inmensa a sus pies, llena de pequeños destellos debido a la multitud de antenas parabólicas en los tejados. Desde aquí arriba no parece tan caótica.
El taxista que nos lleva de vuelta al hotel es un trágico griego. Se ríe de la pamela de Wojciech e intenta vendernos algunos tours para turistas. El precio del taxi aquí se fija por adelantado y regateando. Cuando estamos llegando al hotel el taxista empieza a echarse las manos a la cabeza y a decirnos lo malo que es nuestro barrio.
-Aquí nadie sale más tarde de las 10 – nos dice muy serio – esto es muy peligroso.
El hombre le echa la culpa a la inmigración que viene de «everywhere». Al ver que pasamos de él, el trágico griego insiste. Sube ligeramente el volumen de la radio en la que se oye a unos locutores hablando en griego y nuestro amigo cambia la cara y exclama:
-¡Oh my God! ¡Oh my God! -le miramos sorprendidos y una vez que ha visto que se ha ganado nuestra atención se crece – One hour ago, three hundreed meters from here, a pistol ¡pum! ¡pum! ¡I told you!
En fin…
A la mañana siguiente visitamos la plaza Sintagma, recogemos el coche y marchamos hacia el Peloponeso.
La impresión que me da Grecia es la de una escenografía de juguete…una sensación que ya tuve desde el avión. Las antiguas Polis griegas están todas relativamente cerca y entre ellas uno tiene pequeños trocitos de mar y diminutas montañas para jugar a los soldaditos al más puro estilo Age of Empires. Es el lugar perfecto para empezar una civilización.
Pasamos el impresionante canal de Corinto cuyas obras empezaron ya con Nerón. Este paso permite a los barcos ahorrar 400km en bordear el Peloponeso. Aquí recuerdo cómo Robbie Maddison lo saltó con su moto y la hazaña me parece aún más increíble.
Pronto llegamos a Epidavro, el mayor teatro de la antigua Grecia. Uno puede dar una pequeña palmada en su escenario y esta resonará por las gigantescas gradas. Es algo que debe verse en persona, las palabras y las fotos no le hacen para nada justicia.
Más tarde llegamos a la antigua capital de Grecia en el siglo XIX, Napflion y posteriormente a Micenas, la famosa ciudad del rey Agamenón. El hermano de Agamenón, Melenao, fue quien se casó con la bella Helena, hija de los reyes de Esparta y según se dice la mujer más bella de toda Grecia. Pero Helena se enamoró de Paris, príncipe de Troya, lo que acabó desencadenando una guerra que nadie sabe si fue real o ficticia. Toda esta historia se hace visible aquí. No resulta difícil ver cómo Agamenón pudo reunir a todas las otras polis griegas pues todas estas pequeñas ciudades están verdaderamente cerca unas de otras. De hecho para hacernos una idea, el Peloponeso es sólo un poquito más grande que la provincia de Ciudad Real.
Seguimos por la carretera dirección sur y paramos en Esparta…qué poco queda de aquella orgullosa civilización. Esparta no es más que un pueblo feo, sucio y desordenado. A unos km de la actual ciudad se encuentra la antigua polis. Aquí las montañas no son de mentia. Son realmente grandes formando un paisaje más frío y menos mediterráneo. Cobran con esto más valor las historias que se cuentan de los espartanos…
Esparta solía ser un pueblo de artes, música y cerámica. Pero un baby boom hizo que la población la población tuviera que buscar más alimento y la forma de conseguirla fue a base de invadir pueblos vecinos. Al ser los espartanos menos numerosos desarrollaron un sistema por el cual esclavizaban a los pueblos conquistados para poder ellos dedicarse en cuerpo y alma al combate. Crearon el primer sistema comunista de la historia por el cual los espartanos tenían todos los mismos bienes y riquezas y eran tratados exactamente igual ante la ley…pero como todo comunismo eso sólo funcionaba para una limitada élite. Había alrededor de 10.000 espartans que dominaban a 100.000 hilotas y a 40.000 esclavos. Para mantenerlos a raya, cada año los espartanos organizaban una cacería de esclavos.
Los espartanos vivían hasta los 8 años con sus familias y después se les enviaba a una escuela pública donde se les enseñaba a luchar, a luchar entre ellos. Se dice que eran obligados a robar pero si eran pillados los castigos eran horribles. La prueba por la que se convertían en hombres consistía en hacerles sobrevivir un año en solitario por aquellas montañas tan escarpadas.
Se cuenta la historia de un niño al que le pillaron robando un zorro y este lo escondió bajo sus ropas. Su instructor le preguntó y el niño negó haber robado nada. Mientras le preguntaban, el zorro había comenzado a comerle las tripas al niño pero este prefirió no mostrar ápice de dolor. Así era Esparta.
Siguiendo por la carretera dirección sur llegamos a Monemvasia, una zona costera de turismo local. Al ver nuestro apartamento a pie de playa nos quedamos alucinados. Su precio, 34 euros por los tres. Villa Douka es un complejo de apartamentos con piscina que resulta inmejorable. Cuando lo vimos pensamos en quedarnos una noche más pero esto habría comprometido todo el viaje para el cual ya íbamos de por sí algo apurados.