Tiempo

Hace un calor abrasador en Grecia. Apenas son las 7 de la mañana y el sol calienta ya como el infierno. La humedad también hace su parte.

Empaquetamos  los trastos y subimos a Monemvasia. La gran roca en medio del mar esconde un tesoro en su cara trasera: la antigua Monemvasia. Al parecer los habitantes de esta ciudad tuvieron que huir a ese pedrusco tras un ataque de las gentes del norte. El pueblo es una maravilla y un ejemplo más de las grandes maravillas de las que nos ha provisto la historia cuando los hombres se han visto acuciados por el peligro. Este fue también el caso de Venecia.

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Monemvasia es hasta ahora el lugar más acogedor en el que hemos estado. La población tras la roca es realmente increíble. Aquí conocemos a Manolis Gregoreas, un anciano pintor de arte bizantino que pinta sus cuadros con rotring y lapicero siguiendo un extraño código que lee versos de la Biblia. Tanto Woj como Mass compran uno de estos cuadros mientras Manolis nos alerta sobre los «comunistas de Syriza» y sobre los potenciales efectos de tener a Pablo Iglesias en España. Manolis no acepta tarjetas de crédito, sólo efectivo debido a los controles de capital implementados por el gobierno de Tsipras. Nos marchamos. A Woj esta ciudad le ha dejado un cierto parecido a Kotor, Montenegro.

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Marchamos hacia el norte en dirección a Olimpia y paramos en una playa cercana a Neochori. Aquí unos jóvenes han montado un chiringuito con muebles hechos de palés que se comunican con la playa por un paseo de madera. Hay unas sombrillas hechas de paja cubriendo cómodas tumbonas. No hay nada más y todo es playa virgen hasta donde alcanza la vista. Ellos incluso se sorprenden de ver turistas.

La música, el mar, el sol y el lugar son realmente acogedores y ofrecen al viajero una sensación realmente especial. Uno se pregunta si realmente necesitamos algo más. Massimo recuerda a dos amigos de universidad que dejaron todo y montaron un lugar parecido en Filipinas se fueron en busca de tiempo. El tiempo es aquello que todos estamos obligados a gastar de una forma u otra pero que una vez gastado y a diferencia de todo lo demás, este es irrecuperable… por ello es inevitable hacerse preguntas: ¿estoy gastando mi tiempo de la forma correcta? Y si no tuviera que preocuparme por el dinero, ¿estaría haciendo lo que hago yo ahora?

Yo no puedo mentirme, me gusta mi trabajo, pero sería más feliz creando cómics e historias para niños… Y viajando, viajando mucho. Creo que sería feliz formando una familia y dedicándole todo el tiempo a mis niños. Sería feliz si les hiciera felices la vida que elegí para sus comienzo y si este les diese una buena base para continuar por sí mismos.

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Bajo estas premisas uno entra en conflicto entre pros y contras de lo que significaría una llevar una vida como la de estos chicos de la playa, monótona y sin metas pero llena de tiempo y tranquilidad. La verdad para mí ya la escribió Ted Simon en su libro los viajes de Júpiter, cuando dijo que lo que precisamente le hacía al viajero disfrutar de aquellas sensaciones, era exactamente eso, que era un viajero y que sólo se estaba de paso. La idealidad de lo pasajero, lo perfecto de que nada sea eterno.

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