Me levanto tarde en Ouarzazate. Más bien pienso que aquí amanece demasiado pronto. Tomo un desayuno un poco pobre en el hotel y salgo pitando dirección a Marrakech. Hoy me espera una ruta más corta de lo habitual, la idea es llegar a Marrakech tomando el desvío del Ksar de Ait Ben Haddou. Este ksar (fortaleza) ha sido utilizada para multitud de películas como Asterix y Obelix, El Reino de los Cielos o Gladiator. Es uno de los lugares que más ganas tengo de ver así que voy con muchas ganas.
Circulo rápido y veo una moto delante. Decido acelerar para ponerme cerca suyo. Son dos españoles con los que me había cruzado el día anterior saliendo del desierto. Se desvían hacia Ait Ben Haddou, parecen llevar la misma ruta que yo. Les sigo.
Pasados unos km paran en un arcén desde el que ya se ve el Ksar y yo paro detrás de ellos. Se llaman Sergio y Kirsa, dos chicos muy simpáticos de Valencia que viajan en una Triumph. Decidimos ver el Ksar juntos.
Verdaderamente tenía unas expectativas demasiado altas sobre este lugar. No esta mucho mejor conservado que otros ksares menos conocidos con los que me he cruzado por el camino, y el lugar es un hervidero de turistas. Autobuses de chinos, occidentales quemados como cangrejos, y marroquíes haciendo caja por cualquier cosa. No obstante, es sin duda un lugar que merece la pena ser visto.

Sergio y Kirsa me cuentan que planean hacer la carretera de los ksares, que ofrece una alternativa más larga (y no asfaltada) a la nacional que lleva a Marrakech. Tienen reserva en un hotel a unos 26km de Marrakech que sólo les ha costado 25 euros por los dos. Estoy muy alegre de rodar con alguien y estos dos valencianos son verdaderamente simpáticos. Decido ir con ellos.
La carretera es una verdadera pasada. El asfalto de la carretera (cuando lo hay) tiene poco más que la anchura de un coche, y el paisaje es verdaderamente alucinante. Sergio conduce verdaderamente bien, y Kirsa parece perfectamente amoldada a la montura. Toma fotos sin parar y ni se inmuta cuando su novio tumba la moto en las curvas.
Salimos a la nacional justo en su paso por el Atlas, la enorme cordillera que se alza sobre Marrakech. Me imaginaba que habría mas nieve y que haría más frío. La carretera es una pasada pero está en obras y llena de camiones. Hay tramos en que uno no hace mas que tragar polvo. A pesar de todo, me siento feliz de rodar con gente. Me siento muy bien rodando con Sergio y Kirsa.
Poco a poco llegamos a la zona donde supuestamente debería encontrarte su hotel. No lo vemos por ningún sitio y estamos en el km 26 de la carretera que sale de Marrakech en dirección Ouarzazate. Preguntamos y damos varias vueltas. Finalmente alguien sabe dónde está, hay que seguir un camino de tierra que circula entre varias casas.
Lo encontramos. Es un Riad llamado Dar Jemour. Su propietario se llama Momo y es un verdadero personaje. Su Riad es una verdadera pasada, tiene piscina y un gran jardín que cuida con esmero. La habitación me encanta. Pero lo mejor, es el ambiente. Momo tiene pequeñas minicadenas con reggaeton distribuidas por su jardín. El tío es un forofo de la música y de los perfumes — las dos cosas mas importantes para conquistar a una chica según me dice. Nos invita a un té de bienvenida en su jardín, y marchamos a Marrakech.
Marrakech ha sido una ciudad con una importancia vital en la historia no sólo de Marruecos sino también de Europa. Gran parte de su importancia recayó en el comercio de especias y de azúcar. No obstante su gran fuerte hoy es el turismo. Y es que no hay lugar a dos horas de Europa en avión en que pueda verse un lugar tan vivo como su plaza Jemaa el-Fnaa. Encantadores de serpientes, aguadores, vendedores de dientes, cuentacuentos, hechiceros…en esta plaza puede encontrarse uno con cualquier cosa. Cada cual aporta con lo que mejor sabe al ambiente de esta plaza. Para mí, este lugar es razón más que suficiente para visitar Marrakech un fin de semana.
La plaza, eternamente custodiada por la Mezquita Kotoubia, gemela de la Giralda de Sevilla, es nuestro destino. Queremos meter las motos dentro de la plaza. Sabemos que está prohibido pero nos hacemos los despistados. Una vez dentro varios marroquíes me piden permiso para hacerse fotos con mi moto, les dejo encantado, me hace gracia, ¿debería cobrarles yo por eso también?

Sergio, Kirsa y yo damos una vuelta por el zoco, compramos unas especias y cenamos en la gran plaza. El ambiente es inmejorable.
Volvemos al hotel de Momo. El tío es un cachondo, nos ofrece vino y nos enseña videos de baile, está dispuesto a enseñarnos a bailar.
Esto me lleva de nuevo a un sentimiento que quiero resaltar. Vine a este país pensando que me gustaría Marruecos pero tenía dudas sobre su gente. Ahora puedo confirmar que Marruecos me ha encantado, pero que su gente me ha enamorado. Es imposible no sentirse arropado en este país.
Creo de verdad que los humanos somos buenos por naturaleza. O eso, o soy la persona con más suerte del mundo.
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