Son las 6 de la mañana cuando me levanto en Madrid, parece un día normal pero para mí no lo es.
Cargo mis bártulos en la moto y salgo a una calle aún oscura. Hace un frío que pela pero no quiero verme envuelto en los típicos atascos de semana santa. Me siento contento de estar comenzando aquello que llevo semanas pensando, por fin ha llegado el día.
Me monto en la moto y todo parece muchísimo más sencillo de lo que lo había imaginado: acelero, giro, tumbo, freno…me siento como un pez que acaba de volver al agua. Es increíble cómo cuando uno se imagina tantas dificultades y complicaciones para un simple viaje en moto que luego simplemente se quedan en nada. Tendemos a pensar demasiado, y os lo digo yo que tengo la cabeza hueca.
Poco a poco voy haciendo camino, camino a Balcanes. Quiero ver aquel paraíso natural cuya historia esta manchada de sangre continua debido a su posición entre Asia, Europa y los países eslavos. Esta zona sigue hoy dando dolores de cabeza a nuestros políticos, esta vez por famoso tema de los refugiados que vienen de Siria, a los que desde no hace tanto dan el alto en Turquía. A esto se le sumaron hace poco nuevos ruidos. El 24 de enero leí un artículo de Bloomberg que decía que los serbios habían enviado un tren a Kosovo (región oficialmente serbia que se considera independiente) lleno de pintadas en las que se leía «Kosovo es Serbia.» Los kosovares no dejaron entrar el tren en su territorio y los humos se caldearon de tal manera que la comisaria europea de política exterior Federica Mogherini se vió obligada a organizar una reunión entre las dos partes en Bruselas para calmar los ánimos.
Yo no llegaré hasta Kosovo, me quedaré en Croacia y Bosnia pues tengo 15 días y también quiero ver los Alpes, especialmente los montes Dolomitas.
Empiezo el viaje con mucho frío, y mucho aburrimiento (los primeros 800km hasta Perpignan por la N-II se me antojan un verdadero infierno. No obstante estoy contento pues la mano izquierda reacciona perfectamente. Hace un mes y medio me rompí el cúbito, el radio (muy astillado), el escafoides y tres costillas en el circuito de motocross de Sonseca. Soy consciente de que no estoy recuperado al 100% pero tengo la suerte de saber que tanto el doctor Delgado del HM Montepríncipe como los fisios de B-Well y FIMA están haciendo un buen trabajo conmigo (me han puesto muchos deberes para estas dos semanas).
Tras 200km paro en un area de servicio porque estoy helado, hace sólo un jodido grado y apenas ha salido el sol. Tomo un café para entrar en calor mientras escribo estas líneas . Veo como un viejo rechoncho pavonea con un fajo de billetes que parece un libro mientras decide si pagar un sólo café con el billete más gordo. En fin, un capullo integral pero gracioso.
Una vez entro en calor reanudo la marcha y esta ve no pararé hasta Cataluña. Cruzando los Monegros me impresiono de nuevo de la cantidad de negocios abandonados en este tramo de la N-II alternativo a la autopista de peaje (gasolineras, hoteles e incluso algún casino). Una vez que el tráfico de masas dejó de pasar por esta carretera estos negocios se secaron. Seguro que un día sus dueños los abrieron con ilusión pensando que serían rentables. Al final las carreteras son las vías alrededor de las cuales se articula la vida humana y un ejemplo de ello es cualquier país emergente.
El desierto de los Monegros se desvanece de repente y empiezo a bajar a una gran planicie que se extiende verde entre incipientes colores de primavera: es Cataluña. Ya había estado aquí antes con Othar (mi moto) cuando recorrí la Rider1000 del 2016. Paro en una gasolinera y como un bocadillo de chorizo hablando con un camionero muy simpático. Le cuento de mi viaje y el me cuenta de las fiestas que se corría de joven. Me despido de él y continúo. Comienzo a estar cansado y la carretera cada vez pesa más. Giro por la C-25 y paso por los imponentes picos que rodean Manresa. De camino a la Junquera la carretera me muestra sitios que recuerdo de la Rider1000: eso sí fue una paliza y no lo de hoy Jaime…
Paro en Besalú, uno de los lugares que tenía incluido en mi lista de las 2500 estrellas que nunca había visitado. Y merece la pena, es precioso este pueblo-castillo y se dice que se conserva tal y como se construyó en la Edad Media.
Al poco llego a la Junquera y cruzo a Francia. Me paro en el abandonado paso fronterizo. El abandono aquí al contrario que las gasolineras de Monegros, significa progreso y una enorme libertad, algo que algunos quieren romper hoy día…en fin… ¡Como nos gusta a los humanos señalar nuestras diferencias y creer que nosotros somos los mejores! Una y otra vez la historia de los 1000 mundos.
En el lado francés todo es verde y ordenado ( y mira que me jode reconocerlo) lo que contrasta con la escena de prostitución y buscavidas de la Junquera. Es vergonzoso que esa sea la primera imagen que un extranjero vea de España.
En pocos minutos llego a Perpignan donde duermo en un cutre hotel F1 con una recepcionista gorda y borde…pero es el único por debajo de mi umbral de 30 euros que para mí es el límite máximo (maximísimo) que cuesta dormir. Hay que reseñar que el número de hoteles en Europa a menos de este precio en que uno pueda aparcar la moto sin sentir que pueden robársela es muy escaso.
Voy a dormir estupendamente, estoy cansado y tengo ganas de empezar. Exacto. Esto aún no ha empezado y mañana toca la Costa Azul.