Me sentía triste y un poco desangelado en aquella cola del ferry que me llevaría desde Split a Ancona. Una vez dentro del viaje uno no quiere terminarlo. Podría recorrer Italia, si, pero ciertamente era Bosnia lo que yo quería ver. Italia no era ni mucho menos un sustituto, yo no soy motero, no monto en esta moto por hacer curvas, lo hago por desarrollar mi idea de los mil mundos, por escribir, por crecer y por vivir algo nuevo. Por eso viajo solo, por eso lo hago en moto y también por eso no hago rutas por la Sierra los fines de semana sin más razón. Cuando lo que quiero es simplemente montar en moto hago motocross. Mi amigo Félix Collado siempre me dice que yo soy crossero.
Todo esto eran pequeñas excusas que se cruzaban por mi mente envueltas en mi propia frustración. Me encontraba en aquella desordenada cola rodeado de coches cargados hasta los ejes cuando un chico montado en una custom se para cerca de mi. Se llama Philipp, es un alemán que viene desde Berlín cumpliendo un sueño compartido con su padre con una moto que este le había legado. Parece una persona interesante, trabaja como consultor tecnológico, ayuda a las empresas a adaptarse a los nuevos tiempos, y tiene ideas verdaderamente interesantes. Mientras hablamos los coches empiezan a embarcar. Me cuenta que ha recorrido República Checa, Austria, Eslovenia y Croacia hasta Split evitando pasar por los lugares más turísticos. Repudia la costumbre actual de hacerse una foto en cada punto turístico como check-point obligado que publicamos en las redes sociales. Me cuenta que él apenas hace fotos, prefiere recordar sensaciones, y su ideal sería una cámara de carrete que limitase a 30 imágenes todas las fotos que pudiéramos tomar de forma que todas ellas fueran verdaderamente premeditadas y especiales.
Cuando llega nuestro turno nos piden documentación y sin pensarlo doy mi DNI caducado. Error… La policía me aparta a un lado y me lleva a una sala. Deben chequear con la Interpol. Les enseño mi pasaporte y dicen que ya no les vale, que eso lo debía haberlo pensado antes. El jefe me mira con cara de estar disfrutando, es un pedazo de cabrón gordo y lleno de feas verrugas. Sin yo preguntarle me dice varias veces que igual pierdo el barco, una idea que parece divertirle mucho. Yo intento hablar lo justo… Hasta que el cabrón me dice algo que me deja en shock: al parecer tengo un aviso de búsqueda por la Interpol… ¡¿Qué?!
– ¿Ha estado usted detenido?
– ¡No! – contesto
– Entonces, ¿como me explica usted este aviso? – me dice señalando una pantalla de ordenador escrita en croata con su gordo dedo. El muy hijo de puta no para de sonreír.
Me quedo sin saber qué puedo decir que pueda serme de ayuda, no soy ni el primero ni el último al que joden por error. En unos segundos que se me hacen horas uno de los subordinados del cabrón, un jovenzuelo con cara de despistado pero con ganas de hacer su trabajo bien, le toca el hombro a su jefe y le dice:
– ¿No es eso un aviso por pérdida del DNI?
El cabrón mira su pantalla incrédulo. ¡Era una denuncia que puse en el 2014 al perder el DNI! El cabrón parece decepcionado pero a mi me entra un alivio increíble y en 15 minutos estoy subido en el barco camino a Ancona.
Me reencuentro con Philipp y veo él también que se alegra de verme. Saca una botella de vino que había traído y nos la bebemos juntos hablando de cómo la sociedad afrontará la robotización del trabajo. ¿Alguna vez lo habéis pensado? En algún momento los seres humanos no trabajarán, lo harán robots, pero, ¿cómo será el período de transición a ese mundo de Final Fantasy? Varios sectores de la población irán perdiendo gradualmente sus trabajos y esto es algo que estamos viendo ya: hoy día existen cajeros de supermercado automáticos, robots de almacén, farmacias automatizadas que seleccionan los medicamentos, robots que escriben artículos de prensa o coches que empiezan a conducir solos. Esta transformación no sólo afecta a los curritos sino también a los «trabajadores de cuello blanco.» En lo que yo trabajo ya existen plataformas que buscan compradores y vendedores de acciones, bonos y divisas por sí mismas, eliminando la necesidad de un broker humano. La creencia más extendida concluye que los humanos no trabajarán en unos años y cobrarán una renta básica universal. Las diferencias de renta se lograrán poseyendo e invirtiendo nosotros mismos en robots o incluso desarrollándolos. El problema es el período de transición hasta que esto finalmente ocurra. Se acercan tiempos duros, concluimos entre copa y copa de vino. Es interesante hablar con este chico, una pieza fundamental de los mil mundos de quien aprender.
Cuando llega la hora de dormir él tiene camarote y yo solo una butaca. Cuando reservé a última hora no había nada más. No obstante él dice que hay una cama libre en su camarote. Soy un tío con suerte y después de todo podré dormir en una cama esta noche.
Al amanecer estamos llegando a Italia. Nos espera un día precioso en el que hemos decidido compartir los primeros 100 km del recorrido. El problema de la cadena de mi moto no me permite coger autovías pues si se saliese de nuevo volvería a bloquearme la rueda, y eso a más de 100 km/h es incontrolable. Estos dos factores hacen que un día perdido se convierta en una de las mejores experiencias sobre una moto que he tenido en mi vida. Circulamos entre pueblos con un encanto espectacular, preciosos escenarios de la Bella Italia. En estos 100 km hay un paraíso para los moteros. Llegamos a Gubbio donde nos separaremos. Sin saber absolutamente nada del lugar decidimos tomar un café juntos aquí. Para nuestra sorpresa descubrimos que Gubbio es un pueblo en cuyas puertas amuralladas se lee que es «el pueblo medieval más bonito del mundo.» Yo no me atrevería a decir tanto pero es cierto que hemos encontrado un lugar increíble por pura casualidad. Recorremos sus calles empedradas entre edificios centenarios. Lo bonito del escenario atrae a rebaños de turistas lo que da a los locales la oportunidad de vender toda clase de objetos aleatorios «Made in China.» Paramos y tomamos unos cappuccinos con chocolates, pasando en este precioso lugar más de dos horas. Creo que a ambos nos da pena despedirnos y estamos alargando el momento lo máximo posible. Nos despedimos entre abrazos, nos volveremos a ver, lo se.
Los 200 km que me separan del puerto de Civitavecchia pasan por las provincias de Lazio y Umbría y justo por la parte sur de la Toscana. Tardaré cinco horas en las que a pesar del cansancio y la tensión de llevar la moto en estas condiciones disfruto como un enano. Muy cerca de estos lugares estuve yo con una Vespa allá por 2014 en mi primer viaje de varios días en moto. Recuerdo esos escenarios de verdes paisajes moteados de puntiagudos cipreses y pueblos asomados a gigantescas paredes de roca y la sensación de un bonito recuerdo me embriaga.
Una vez embarco en Civitavecchia solo puedo pensar en una cosa. Este viaje de 12 días ha merecido la pena. Perderme Dubrovnik y Sarajevo ha tenido una contraprestación que lo compensa con creces. La vida no puede planearse y tenemos que ser capaces de sacar lo mejor de aquello que ha escapado a nuestro control. Solemos decir que las cosas pasan por algo pero siempre nos quedará la duda de que hubiera pasado si las cosas no hubieran ocurrido así. La verdad me da igual qué hubiera pasado, sólo me importa saber que en sólo 12 días acumulé más vida que en todo un año, que Balcanes está ahora mas cerca y que el mundo sigue siendo un lugar lleno de personas que merecen la pena.