El día se levantó muy nublado en Otočac, una zona montañosa de Croacia. Mi móvil decía que sin embargo en la costa deslumbraba el sol, algo que más tarde quería descubrir.
Los 60km que me separan de los lagos de Plitvice los hago despacio pues no veo nada por culpa de una espesa niebla. No obstante debo decir que hasta ahora la suerte me sonríe y no me ha caído mas que una ligera llovizna.
Los lagos de Plitvice son uno de esos lugares que uno debe ver al menos una vez en la vida. Son varios lagos a diferentes alturas que se comunican por cascadas deshilachadas en múltiples chorros de agua y a los que se accede por un entramado de puentes de madera que dan un toque mágico al lugar. Hay dos recorridos, uno de tres horas y otro de cinco, que pueden convertirse en cuatro horas y media u ocho si no quieres pagar los 15 euros que cuesta la entrada y que te permiten usar unos barcos y autobuses.
Cojo el barco y una vez desembarcamos decido quedarme el último para ir a mi aire haciendo fotos. A mitad de camino se pone a llover por lo que me pongo el casco de la moto y acelero ligeramente la macha. Acelerando en total no puedo quitarle más de media hora al recorrido pues a pesar de la lluvia merecía la pena pararse en cada esquina a contemplar los caprichos de la naturaleza al formar estas cascadas. Pienso en que aquí me dijo Minja que había empezado la guerra de los Balcanes con los primeros tiroteos entre la policía serbocroata y los croatas. Yo había leído que fue en Knin y no aquí. De cualquier manera imaginarme estos lagos de aguas cristalinas manchados de sangre me hace pensar de nuevo en la estupidez humana y nuestro afán de intentar señalar siempre a nuestras diferencias como puntos de conflicto. Vive y deja vivir, hakuna matata, es sólo un ideal de niños en el mundo de los hombres. Minja me dijo que la guerra acabó sin vencedores. Las diferencias no se han olvidado y en muchos casos ni siquiera se han superado. Él apunta a Macedonia como potencial punto de un nuevo estallido hoy.
Retomo la carretera y a los 30 minutos sale el sol. En la costa el tiempo va a ser verdaderamente bueno. Llegando a Zadar encuentro la carretera cortada y tomo un desvío que me lleva entre unos pueblos a los pies de las montañas de las que vengo. Me encuentro con un motero italiano y ruedo con él hasta que …. ¡Clash! Se sale la cadena de mi moto. Paramos y la reajustamos pero la cadena se ha doblado y se sale constantemente del raíl. No conseguimos nada así que tras un rato llamo a Mapfre que me ofrece dos opciones: repatriarnos a mi y a la moto o arreglarla en un taller cercano. ¡Ni de coña me mandáis a España!, pienso. Pero es sábado de Pascua y ningún taller abre hasta el martes. Pararme tres días aquí supondría no tener tiempo de llegar a Dubrovnik y Sarajevo antes de emprender el camino de vuelta a Madrid. Tengo que arreglarla hoy.
Llega la grúa con dos chicos jóvenes de unos 20 años que tienen muchas ganas de ayudar. Les digo que si conocen a algún mecánico o a alguien que pueda conseguirnos una maldita cadena hoy. Dicen que podemos intentar arreglarlo en su casa en Slivnica, el pueblo más cercano. Se llaman Ivan y Sime y pronto me presentan a su familia y a otros tantos amigos que se acercan al lugar. Los chicos y su familia no sólo me ofrecen ayuda, también agua, zumo, bollos e incluso una cama para dormir esa noche. Los ángeles que siempre aparecen cuando uno tiene un problema. Lo mejor de todo es que esta gente es increíblemente real.
No conseguimos arreglarlo y llaman a un mecánico conocido al que me acercan con la grúa. El mecánico lo ve feo,pero calentando la cadena consigue enderezar los eslabones más dañados y hace que al menos se mantenga en el raíl. La tensa al máximo dejándola en un fino equilibrio entre partirse (por lo tensa) y salirse (si destensamos un poco). Cuando acabamos decide aprovecharse cobrándome 70 euros por la hora que hemos estado con la moto, pero también hay personajes como él en los mil mundos, pienso. Al final desde su perspectiva este españolito le ha hecho trabajar un sábado de Pascua, y esa es la verdad.
Con la chapuza hecha consigo hacer los 150km que me separan de Marina, un pequeño pueblo cerca de Split. Hago el viaje de noche y he de decir que las luces de la BMW son una verdadera mierda. Al poco empieza a llover, me ha tocado el gordo hoy. Llego a las 22:30 a Villa Drago cuyo dueño al verme llegar mojado y decirle que no he comido nada en todo el día despierta a su mujer y me preparan la cena aún yo diciéndoles que por favor no lo hagan. Me preparan unas bolas de carne envueltas en paprika que me saben a lo mejor que he probado en mi vida. Duermo como un bebé.
A la mañana siguiente me levanto en un día nublado, las nubes me han seguido desde las montañas y estarán ahí hasta el martes. Pienso en las opciones que tengo. La más obvia si no tuviera que trabajar en unos días sería esperar aquí hasta el martes y arreglarla antes de continuar, pero esa opción no la tengo pues pararme tres días supone quedarme sólo con el tiempo necesario para el camino de vuelta. Puedo continuar el viaje así, pero si la cadena se sale y me vuelve a bloquear la rueda puedo empeorar las cosas. Al fin y al cabo sigue doblada. Puedo emprender la vuelta sin más y arreglarla en un lugar de Italia, donde desde el martes-miércoles tendría tiempo de sobra para volver a España. Esto supondría hacer prácticamente el mismo camino por el que he venido…
En estas me encontraba cuando Drago se me acerca y me dice que su hijo (mecánico de scooters) le confirma que no conoce a nadie que nos pueda ayudar hasta el martes pero que sabe de un barco que sale de Split a Ancona (Italia) esta misma noche. No hay otro hasta el sábado. Rápidamente se me enciende la bombilla y busco ferries desde Civitavecchia a Barcelona y hay uno mañana y otro el sábado. Si puedo hacer el trayecto desde Ancona a Civitavecchia con la cadena así, estaré en Barcelona pasado mañana.
Mi frustración se transforma en alegría pues esto también significa que en tres días puedo llegar a Split desde Madrid y retomar este viaje en cualquier momento. Lo mejor de todo es que este recorrido costaría menos de 200 euros, lo que por tierra supone 2.500km (o 3.200 km en mi caso) y muchos peajes. El improvisto me va a hacer perderme Dubrovnik y Sarajevo, pero ganar un viaje de los Balcanes entero en unos meses.
Drago me ayuda a montar las maletas en la moto mientras me cuenta cómo construyó este lugar. Me cuenta que él procede del este de Bosnia, a los 23 años se casó y a los 24 se vino aquí con su mujer cuando Marina aún no existía en los mapas. Trabajaba como camarero en Trogir y todo lo que ganaba lo invertía en su Villa Drago. Tras 36 años había visto cómo su pequeño sueño se hacía realidad. Drago es el mejor anfitrión que he conocido nunca, te hace sentir que verdaderamente tienes una casa en Croacia. Me hizo la cena y un fantástico desayuno. Ahora me abraza y me besa como un padre. Sorprendentemente para mí cuando llega la hora de pagar no quiere que le pague. Le dejo las kunas en una mesa y las pone de nuevo en una de las maletas de mi moto. ¡Es tu trabajo! Le digo . Me dice que por favor lo acepte y vuelva más adelante a hospedarme con él cunando retome el viaje.
Parece que alguien prepara estas cosas desde arriba para que mis viajes acaben así. Le enseño una foto de Mohamed de Salé y le digo que él fue mi ángel en Marruecos tal y como él lo ha sido en Croacia. Entonces dije que me sentía el hombre más rico del mundo por ser consciente de que en este mundo hay muchísima más gente buena que mala y algunos como Mohamed y Drago excepcionalmente buenos. Un marroquí y un bosnio. Apuesto a que me ocurriría con iraquíes, afganos o sirios.
Desde España debo mencionar que también tuve ángeles. En cuanto mi amigo Juan de Loresecha supo de mi pequeño percance rápidamente me buscó teléfonos de emergencia e incluso me dio la gran idea de continuar el viaje por el sur de Italia una vez la arreglara. Ya explicaré por qué no lo hice más adelante.
Con todo esto de los ángeles del camino sólo quiero decir que los miedos están sólo dentro de uno mismo y son siempre fruto de pensar demasiado. Nunca estarás sólo en este mundo y siempre podrás llegar a donde te propongas. Esto no es porque tú seas el mejor sino porque siempre habrá ángeles en el camino que tendrán alas más grandes que tú para ayudarte a retomar el vuelo.
Todo esto me trae a la mente aquella frase que cierto dios griego le dijo a Eneas en su gran viaje:
Audentes Fortuna Iuvat
La suerte favorece a los que se atreven
Jaime me has hecho imaginarme esos lagos y he olido esa maravillosa cena que te hicieron.
Qué suerte has tenido al encontrará al ángel Drago.
Te mando un abrazo enorme.
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Dios responde a los que se atreven, y permite la intersección o coincidencia de personajes reales que juegan, en un momento preciso, un roll de «Ángeles» en la tierra…
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