Fergana, los uzbekos y Uzbekistán

*Aviso: Apenas hablaré del viaje, voy a centrarme en , Uzbekistan, su historia y su gente.

Imaginaros una escuela en la que estudian veinte niños de cinco años. La profesora les manda hacer un dibujo a cada uno y les dice que a la semana siguiente los expondrán a todos los padres en el auditorio del colegio. Todos se esfuerzan al máximo y hacen sus dibujos con gran esmero. Cuando llega el día de la exposición los padres de los niños llegan al colegio. Los niños se sientan cada uno enfrente de su pequeño dibujo, felices y sonrientes por enseñar su trabajo a los padres y madres que han venido a verles. Sin embargo, todos los padres se agolpan enfrente de solo cinco niños, dándole la espalda a los otros quince. Algunos lloran, otros miran la suelo con tristeza y rabia, otros lanzan lapiceros y gomas a sus traicioneros padres, pero estos solo se enfadan con ellos como respuesta. Los niños admirados sin embargo miran con desprecio a los padres: «¡Qué pesados!», piensan, «¡Que se vayan!».

Imaginar entonces que un padre se interesa por el dibujo de uno de esos niños olvidados, el niño levanta la cabeza entre sollozos, y sonríe. Se siente feliz y contento y ese sentimiento le llena. Ese hombre que mira la obra que ha trabajado con tanto esmero es ahora su mundo. ¡Le presta atención! ¿Podéis imaginar esa escena? ¿Podéis imaginar el sentimiento del niño? Ese es el sentimiento del uzbeko hoy en día con el extranjero.

De hecho una de las cosas que más nos ha impresionado en Uzbekistán ha sido la hospitalidad de su gente, su amabilidad. Es un país que ha estado fuera del foco internacional por mucho tiempo. ¿A cuánta gente conocéis que haya ido a Uzbekistán? ¿Y a Tailandia?

El problema es que esa hospitalidad se torna increíblemente incómoda. Todo el mundo vayamos donde vayamos nos rodea, nos pregunta de donde venimos, a donde vamos, cuánto cuesta la moto, nos piden fotos… Es gracioso hasta un punto, pero después de un día entero a 40 grados bajo el sol, el tema cansa. Si paras suficiente en un sitio, hacen incluso cola para hacerse las jodidas fotos con nosotros, no entienden que estés cansado, que seas tú el que se está haciendo la foto con algo o qué simplemente no te apetezca. Nos persiguen, nos hacen video, nos dan la mano en la carretera y nos pitan constantemente para enseñarnos sus dientes llenos de fundas doradas.

Es una escena muy graciosa cuando uno la piensa, y realmente divertido en muchas ocasiones, pero también increíblemente incómoda llegado a un punto.

En dos días hemos recorrido la distancia que separa Osh de Samarcanda. Era el último paso necesario para reganar los días perdidos, para continuar la ruta en donde la queríamos. Eso ha venido a un altísimo coste, al coste de pasar volando sobre Fergana, el mítico valle de la Ruta de la Seda…

El famoso valle de Fergana era conocido por sus caballos que sudaban sangre, los primeros «bienes» con los que se comercializó en la ruta de la seda hasta China. El lugar era también famoso por sus minas de jade, lo que hacían de este valle una importante etapa de la Ruta de la Seda.


Es un lugar fértil en la inmensidad de la estepa, al que se accede a través de abruptos pasos montañosos (Thien Shan al norte y Hissar Alay al sur, ambos parte del sistema de los Himalayas).

En 329 a.C. Alejandro Magno fundó aquí Alejandría Escache (La Lejana) en lo que es hoy la ciudad de Khodjent (Tajikistán). Desde entonces pasaron por aquí el reino Grecobactriano, los tocarios, los wusun, los hunos, los sasánidas, los chinos, los uigures, los árabes, el Imperio Corasmio, el Imperio Mongol y los uzbekos. Muy cerca de aquí se libro la batalla de Talas (751) ganada por el islam y que separó China de Asia Central. En 1875/76 el valle cayó bajo poder de los rusos pero siempre como una unidad indivisible hasta que Stalin dividió el valle en tres en 1924/27 (Uzbekistán, Kirguistán y Tayikistán, pero también el momento en que se crearon Kazajistán y Turkmekistán al norte y oeste respectivamente de este valle). Esta partición humana (étnica) y económica (región rica en recursos) ha provocado grandes conflictos: Osh (1990), Namangan (1991-92), guera civil (1992-1997), la masacre de Andijan (2005) y el conflicto del sur de Kirguistán (2010).
También aquí se creó el Movimiento Islámico de Uzbekistán, un movimiento radical creado en 1998 en la mezquita wahabí de Namangan. Este grupo ha apoyado a los talibanes de Afganistán, a Al-Qaeda y hoy se dice que apoya a Estado Islámico (ISIS) y que su cuartel general se sitúa en el norte de Pakistán.
Hoy día sin embargo el valle de Fergana es un lugar pacífico y rico pues en su capital, Fergana, fundada en 1876, hay hoy una ciudad moderna que mezcla un centro regional de extracción de petróleo con las antiguas artes de producción de seda. Tristemente no pudimos parar a ver las fábricas de la seda debido a lo ocurrido en Shakhrikhan (donde nos recibieron como a astronautas llegados de Marte).

Se dice que estas tierras comenzaron a usar la seda como tributo a los nómadas del norte, como pago para que estos no invadieran sus tierras. Más tarde la Ruta de la Seda transportaría sedas y especias de Catay (China) a Occidente (fundamentalmente a Roma). Roma tenía poco que ofrecer a cambio y por ello debía financiar las importaciones asfixiando a tributos a los bárbaros que poco a poco conquistaba, expandiendo su imperio. Una vez más la famosa frase de Bernard Mandeville se hacía presente: «la riqueza consiste en una multitud de pobres laboriosos». Explotando a bárbaros las mujeres romanas podían vestir seda.

La seda era sin duda un bien muy valorado en Roma. Séneca llegó a decir que ninguna mujer podría decir honestamente que no estaba desnuda cuando llevaba seda.

Uzbekistán próspero bajo diferentes imperios: fue parte de

Bactria (Afganistán), del Imperio Persa Aqueménida (aquel de Ciro, Darío y Jerjes), de la Horda Dorada, del Reino de Tamerlán y del Imperio Ruso, entre otros. En algún punto de su zona sur, Alejandro Magno desposó a la famosa Roxana, hija de un jefe local.

Pero la historia de Uzbekistán y su recuerdo están estrechamente ligados a la Ruta de la Seda, y a los oasis comerciales que aquí se establecieron, como Khiva, Bukhara o Samarcanda, a donde nos dirigimos ahora.. Estos enclaves también eran grandes mercados de esclavos y de hecho, os sorprenda o no, gran parte de los esclavos que se comerciaban aquí eran ingleses vendidos a los ricos persas y musulmanes. Los traían los vendedores de «slaves» o eslavos: los vikingos, que saliendo de la península escandinava adoptarían un nuevo nombre, los Rus: los padres de Rusia.

Pero la gloria de las ciudades y de la Ruta de la Seda acabó largo tiempo atrás, se podría decir de manera algo forzada que debido al portugués Vasco de Gama pues estas ciudades decayeron sobre medida cuando los marinos portugueses, holandeses y españoles empezaron una ruta comercial entre Europa y Asia por mar, rodeando África

y evitando Asia Central.

El Uzbekistán que conocemos hoy es un invento post-soviético. Cuando Stalin partió esta

zona en diferentes repúblicas soviéticas en 1924, a Uzbekistán le tocaron los actuales territorios de Uzbekistán y Tajikistán (aunque este segundo le duró hasta 1929). Uzbekistán tenia una carácterística particular respecto a sus vecinos: un fuerte sentimiento nacionalista que Stalin mantuvo contenido a base de mano dura. Este país es además el más poblado de Asia Central (unos 32 millones de personas hoy en día de los que un 80% son de étnia uzbeka los cuales se concentran en el este del país) por lo que imagino que lo le debió ser nada fácil dominarles al bueno de Stalin. Sin embargo, a medida que la URSS se debilitaba, este sentimiento nacionalista uzbeko se hacía más y más fuerte, fundamentalmente en los 80, lo que desembocó en la independencia del país en 1991.

El país ha progresado mucho desde entonces, especialmente tras la muerte de su «dictador» Islom Karimov en 2016. Eso hace que aquellos que visitamos Uzbekistan hoy nos encontremos con que hay gasolina en las gasolineras con que hay carreteras y con que las fronteras se están abriendo. Nos encontramos con que Tashkent, su capital, sea casi tan moderna como cualquier ciudad europea y nos encontramos con que la aventura de Uzbekistán ha muerto completamente. Quizás murió tiempo atrás, quizás murió en tiempos de la Ruta de la Seda y sólo la imaginación de embajadores de Samarcanda en moto, ha podido mantenerla viva.

Ahora abrimos los ojos y nos damos cuenta de que aquel niño de ojos brillantes que no conocíamos sabía dibujar una bien como los demás.

Ahora sabemos que ese niño se llama Uzbekistán.

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