Bukhara

Hay tres perlas de la Ruta de la Seda en Uzbekistán: Samarcanda, Bukhara y Khiva. Mientras que las dos primeras eran dos grandes oasis en el desierto y lugar de descanso para viajeros, Khiva era un gran centro de intermediación de esclavos (en gran parte traídos del norte de Europa por los vikingos Rus).

En nuestro viaje planeabamos visitar dos de ellas: Samarcanda y Bukhara, que nos servirían como un oasis en nuestro viaje como también lo fueron para muchos otros viajeros antes que nosotros.

Pero la cuestión era, una vez estando en Samarcanda, cómo ir hasta Bukhara. Esta región en verano tiene temperaturas muy superiores a los 40 °C y en Bukhara hemos llegado a ver los 48 °C. Además como os dije anteriormente, no hay aventura en Uzbekistán, solo buenas carreteras (asfaltadas con poco esmero pero buenas carreteraa) que circulan rectas por mitad del desierto. El asfalto es literalmente una lengua de fuego que devora nuestros neumáticos de taco, que traíamos para las montañas tajikas. Además contábamos con 24 horas para ver Bukhara (algo más que suficiente) por lo que decidimos optimizar, decidimos coger el tren desde Samarcanda (que por cierto es español).

Poca aventura hay allí que contar, ¿verdad?

Bukhara, el pilar del islam

Bukhara es ciudad santa del islam, y fue la capital del islam de Asia Central hasta que esta se desplazó a Namangán. Además de ello es una ciudad con gran influencia persa, y cuya principal riqueza se debió a la ruta de la seda y a su posición entre los dos grandes baluartes de Merv y Samarcanda, sin deberlas nada a ninguna de ellas. En 1220 fue conquistada por Genghis Khan y en 1370 por el gran Tamorlán, quien situó su capital en Samarcanda dando fama universal a esta.

 

 

En Bukhara los persas implementaron uno de los mayores y mas importantes sistemas de irrigación del mundo lo que la convirtió en un fértil oasis de a ruta de la seda y en una ciudad próspera. Sus gentes construyeron piscinas de agua por toda la ciudad, que a pesar de ser fresquitas causaban muchas enfermedades por lo que la vida media de esta ciudad era de 32 años para cuando los rusos llegaron a ella mucho más tarde.

Aquí el famoso Avicena (Ibn-i-Sina) publicó su famoso Canon de Medicina y por aquí pasó el sabio Omar Jayyam, de quien hablamos anteriormente cuando nos referíamos a Samarcanda, acompañando a un ejército persa cuyo objetivo era tomar Samarcanda.

La silueta de la ciudad no podría entenderse sin el minarete Kalon, el mas alto de Uzbekistán con 47 metros de altura (de hecho parece que en su día fue el minarete más alto del mundo). Se dice que Gengis Khan quedó prendado por su belleza y que este fue el único edificio que no mandó quemar cuando invadió la ciudad en el siglo XIII. Pero también su altura le costó la vida a más de uno, pues se dice que Nasrullah Khan, un emir de Bukhara en el siglo XIX, lanzaba a quienes le desobedecían desde arriba.

El minarete se encuentra en el complejo Poi Kalon, que mezcla la Mezquita Kalon, el Minarete Kalon y la Madrasa Mir-i-Arab. La mezquita es una de las más grandes de Asia Central, sólo por detras de la Bibi Khanum de Samarcanda y ¿sabéis que sensación más bestial haberme encontrado completamente sólo en ella? Fue uno de esos momentos por los que todo merece la pena.

A sus puertas conocí a Habib, un musulmán que me invitó a un té. Ese té ha sido la peor decisión que he tomado en el viaje pues ha tenido en mi varias consecuencias intestinales y me ha traído vómitos (incluso cuando bebo simple agua). En cambio estar con él y con su nieto (que hablaba 8 lenguas) fue una muy buena sensación. A pesar de la barrera linguística es sorprendente lo mucho que se puede sacar de una conversación así, de cómo las dos culturas enfocamos un mismo tema de forma diferente. Preguntamos por cosas muy distintas, damos importancia a otras muy diferentes. Habib permanecerá en Bukhara posiblemente durante muchos años más, sin volver a la Persia que le vio nacer. Habib estará allí, esperando para cuando vayáis a Poco Kalon. Vosotros y yo en cambio seguiremos teniendo la posibilidad innegable a un europeo de ir a donde nos de la gana.

Bukhara es espectacular, a diferencia de su amiga Samarcanda está ha conservado su centro histórico, de gentes sencillas y humildes en lugar de aquellos modernos rusos de Samarcanda escuchando musicón chechenio. Aunque es verdad que ya empieza a sentirse la huella de algún turismo, empiezan a espabilarse…empezamos a encontrar los mismos souvenires chinos que en cualquier lugar, las mismas conversaciones por vender cualquier chorrada. Es la otra cara de la globalización, que mejora nuestros estándares de vida como personas sedentarias, pero arruina la autenticidad que busca el nómada.

Con todo y eso, debo decir que Bukhara ha sido una de las ciudades más impresionantes que he visitado en mi vida.

Mañana entramos en Tajikistán, ¡pasado mañana empezamos la ruta por las montañas del Pamir!

 

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