Mi viaje comienza en Ljubjiana, la preciosa capital de Eslovenia. He llegado aquí tan sólo en dos días usando el ferry que va de Barcelona a Génova que condujo por mi en la noche evitándome lo que hubiera sido un aburrido recorrido por Francia.
La idea es recorrer los Balcanes, de norte a sur, de Ljubljana a Skopje, de Dubrovnik a Belgrado. Esta zona es compleja y de hecho tengo que deciros que llevo meses intentando comprenderla bien. Sin entender la historia de este lugar, de nada sirve este viaje.
Resumiendo más de 700 años de historia
Su situación geográfica entre Europa occidental, Europa del este y Asia Central ha creado aquí una riqueza étnica, cultural y religiosa sin igual en el mundo, lo que por otro lado ha hecho que la historia de este lugar haya estado manchada de sangre de forma continua. Los otomanos (turcos) entraron aquí en 1299 y no se marcharon hasta principios del siglo XX. Por el norte fueron dominados por el Imperio Austrohúngaro y por el este por pueblos eslavos. Esto crea en la región tres principales religiones: cristianos católicos (norte y oeste), cristianos ortodoxos (este) y musulmanes (sur). También varias etnias: austriaca (eslovenia e incluso croacia), húngara (Slavonia y Vojvodina, regiones norte de Croacia y Serbia respectivamente), eslavos (serbios y montenegrinos) y lo que se conoce como moslims (eslavos convertidos al islam durante la ocupación otomana).
Los otomanos fueron tras muchas batallas expulsados por los serbios y por el Imperio Austrohúngaro a principios del siglo XX. Pero este último no era muy buen visto por estas tierras. Lo que ocurrió es que el 28 de junio de 1914, unos bosnios pro-serbios se cargaron al Archiduque de Austria Franz Ferdinand. Un juego de alianzas hizo que un conflicto local de los Balcanes se transformase en la Primera Guerra Mundial. La Primera Guerra Mundial acabó con los Imperios y aquí se estableció el llamado reino de Serbios, Croatas y Eslovenos, lo que en 1945 se conoció como Yugoslavia. Del 1945 al 1980 Yugoslavia permaneció unida a base de mucha mano dura por parte del mariscal Josip Broz Tito, que expulsó a los Ustashas (nazis croatas apoyados por Alemania) a tiros con sus llamados Partisanos.
La última guerra de los balcanes
Pero tras la muerte de Tito las repúblicas yugoslavas empezaron a pedir a gritos su independencia. A finales de los 80, en Serbia se alzó con el poder un tal Slovoban Milosevic quien intentó mantenerla unida pero con un claro dominio de los serbios. Esto no gustó a muchos y en 1991 Eslovenia se declaró independiente. Esto pilló a Yugoslavia con el culo al aire y por mucho que mandaron a sus tropas (JNA o ejército yugoslavo) a la frontera, nada pudieron hacer. Esto se llamó la Guerra de los 10 días y acabó sin mucho más ruido que la independencia de Eslovenia (un país que poco se parece a sus vecinos del sur) y el Tratado de Paz de Briani. No obstante con esto la chispa de una guerra civil ya había estallado. La guerra de los Balcanes se descompuso en realidad en tres guerras:
- Guerra entre croatas y serbios
- Guerra de Bosnia
- Guerra de Kosovo – Serbios (ortodoxos) contra kosovares (musulmanes)
Ahora que os he sintetizado la historia, vamos a seguir con el viaje.
Ljubljiana y Zagreb
Me levanto temprano en el Simbol Rooms, hace un día espléndido y Ljubljiana me recibe una vez más con su mejor cara. Pequeña, ordenada, limpia y tranquila Ljubljiana es una ciudad que me hace siempre sentir como en casa.
Marcho hacia el sur, camino de la frontera entre Eslovenia y Croacia, donde se desarrolló la nada sangrienta Guerra de los 10 días. Hoy día la frontera no es más que un trámite de pasaportes que se pasa sin mayor complicación.
Pronto llego a Zagreb, la capital de Croacia, y me sorprende para bien. Pequeña y burócrata es una ciudad muy colorida y llena de jardines. Está llena de vida y abundan las flores y las zonas verdes. En su centro histórico se encuentran calles de piedra llenas de edificios aún más coloridos que rodean a la famosa iglesia de San Marcos (Crkva sv. Marka). Estoy pensando que quizás me quede una noche a la vuelta de mi viaje por los países del sur.
Tras un desayuno gigantesco prosigo mi viaje hacia el sur, en dirección a Serbia, y cruzando la región croata de Slavonia. Aquí comenzó una de las principales rivalidades de la última guerra de los Balcanes, la enemistad entre croatas (católicos) y serbios (ortodoxos). Por ello voy a visitar uno de esos lugares que resaltarán uno de los aspectos más antiguos de esta rivalidad, pero también lo malvada que puede ser la naturaleza del hombre.
La flor de piedra
A sólo 100km de Zagreb salgo de la llamada autoput (nombre de la carretera entre Zagreb y Belgrado) en dirección a Jasenovac. Aquí me espera un lugar atroz…
Todas las señales tienen dibujada una figura de una flor. Es esa flor la que yo he venido a buscar. En una extensa llanura al fin la veo, y siento como algo se me remueve por dentro. Me apresuro y me meto por el camino de tierra de forma agresiva, casi haciendo enduro…ver este lugar ha causado algo dentro de mi…
En 1941 los nazis invadieron los Balcanes y establecieron aquí el llamado Estado Independiente de Croacia. De esta forma llegaron al poder unos croatas nazis llamados Ustashas que enarbolaban la famosa sahovnica, la conocida bandera a cuadros rojos que todos conocemos hoy. Aquí y bajo las proposiciones de un tal general Bader, se construyó en Jasenovac un campo de exterminio. Aquí se construyó el Auschwitz de los Balcanes. Estuvo activo durante tres años y medio y se usó para aniquilar serbios, judios y gitanos. La simple procedencia a una de estas etnias era razón suficiente para ejecutar a una persona. En tres años y medio asesinó aquí a 100.000 personas según las cifras oficiales aunque los serbios estiman que fueron 1,4 millones. Discutir esto es absurdo. La realidad es que en este lugar se asesinó a sangre fría a cientos de miles de inocentes cuyo único crimen había sido haber nacido dentro de una familia u otra.
Hoy aquí no queda nada, tan sólo una explanada vacía y un monumento en forma de flor. No te enseñan las botas de los prisioneros ni las cámaras de gas pero el lugar es igualmente sobrecogedor. Aveces el vacío permite que las emociones fluyan más libremente.
La guerra
Antonie de Saint-Exupéry, autor de El Principito, en su visita a España durante la Guerra Civil y tras hablar con unos soldados que allí combatían, decía que una de las principales razones de que ocurrieran las guerras entre los hombres era la necesidad que muchos tienen de sentirse parte de un grupo. De esta forma el complejo de inferioridad propio se arropa dentro de un rebaño y se agranda al pensarse el individuo mejor que los otros grupos. Es por tanto la necesidad del débil de sentirse arropado y parte de un grupo lo que lleva a esos hombres a resaltar diferencias raciales, étnicas y religiosas o a defender procesos nacionalistas. Esta realidad tiene matices, pues bien sabemos que la inmensa mayoría de estos hombres no visitaban el frente por sentimiento propio si no por pura obligación. Además a esta primera causa debemos sumarle otras como las guerras por recursos o por geopolítica, pero estas razones claramente no llevaron a la guerra que aquí ocurrió hace 20 años. Esta guerra la causó el nacionalismo, puro y simple, e historias como la de Jasenovac se usaron para ensalzar el odio entre los diferentes combatientes 50 años más tarde.
Prosigo mi camino por la región de Slavonia, aunque algo tocado. Aquí 20 años atrás, entre estos pueblos que ahora recorro se libraron algunas de las batallas más sangrientas de la Tercera Guerra de los Balcanes. Misha Glenny, autor de «The fall of Yugoslavia» la llama la «zona del amanecer,» la zona donde todo comenzó. Entre estos campos de libraron algunas de las mayores atrocidades de la guerra como las mutilaciones de Borovo Selo (centro del extremismo serbio) o la masacre de Vukovar. Aquí combatían croatas (policía croata y Guardia Nacional) contra serbios (JNA o ejército yugoslavo y los serbios irregulares), pero cada bando creó sus propios grupos de psicópatas y asesinos en serie como el famoso asesino croata Branimir Glavas o los Águilas Blancas, Arkanovci o Dusan el Magnífico de los serbios. Miles de personas tuvieron que dejar sus casas y otros tantísimos perdieron la vida o acabaron mutilados.
Dos formas distintas de interpretar un mismo mundo se masacraron en este lugar…
He pensado mucho en este viaje sobre si algún día se podría llegar al final de los mil mundos y que todos seamos capaces de entendernos. La eterna utopía. Lo cierto es que las guerras por recursos podrían acabar algún día pero no tengo claro que eso mismo pueda suceder con las guerras de religión, de etnia o con los nacionalismos. De hecho por cada paso que damos hacia adelante no paran de salir voces por una división de la integración ya conseguida, de ciertos grupos que consideran que sus diferencias son suficientes para ir por libre. El ser humano no cambiará, tristemente, y menos como decía Minja, cuando los conflictos internos de cada ser humano, nunca fueron resueltos.
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